País de odio y pasión y violencia -- Fuentes

Textos primarios de los libros de Jozef Rulof correspondientes al artículo ‘País de odio pasión y violencia’.
Según los libros de Jozef Rulof.
Estas fuentes presuponen la lectura previa del artículo ‘País de odio y pasión y violencia’.

Construido por el odio

Los millones de habitantes de esta esfera están interiormente sintonizados con el odio y la envidia:
Este cielo marrón oscuro, iluminado por un resplandor rojo, es la luz que posee esta esfera, esta tierra de odio y resentimiento.
Los millones de personas que viven aquí están sintonizadas interiormente con esto.
Una mirada en el más allá, 1936
Para ofrecer una impresión a André (Jozef Rulof) de esta esfera tenebrosa, Alcar, su líder espiritual, lo lleva con él durante un desdoblamiento corporal a la frontera del país de odio:
Aquí hemos llegado a la frontera donde empieza la tierra del odio.
Ven, buscaremos un lugar en esta alta montaña.
André miró a su alrededor.
Allí, frente a él, hundido en las tinieblas, en ese oscuro resplandor, distinguía una gran ciudad.
Muchas torres contrastaban con el cielo rojo óxido.
Desde donde estaban, el panorama que se extendía ante ellos era magnífico pero a la vez sombrío.
—En esta gran ciudad reinan solo el dolor y la miseria que la gente se ha deparado a sí misma por no querer conocer ni amar a Dios.
Muchos llevan ya cientos de años allí y en todo ese tiempo aún no han llegado a sentir la necesidad de encontrar una luz más inmaculada.
Allí siguen embelesados igual como cuando vivían en la tierra.
La ciudad se extendía hasta el horizonte, donde André pensó divisar un poco más de luz.
—¿No se puede abarcar con la vista esta ciudad, Alcar?
—No, André, ni en miles de años se podrá, porque se extiende infinitamente.
Una mirada en el más allá, 1936
El país de odio es infinito para los habitantes que siguen alimentando su odio, pasión y violencia por medio de sus actos.
El país es finito para los habitantes que se liberen interiormente de estos sentimientos:
Frente a él había una ciudad oscura.
Las puntiagudas torres contrastaban mucho en el brillo rojo pardo, y podía observar claramente todo hasta a lo lejos.
—¿Es esta la ciudad que vi la otra vez, Alcar?
—Esto de aquí es el lugar que te he mostrado, aunque no sea una ciudad, sino una tierra, en la que podrías seguir errando miles de años seguidos.
No hay final hasta que ellos mismos sientan el suyo propio.
Y entonces te conté que es interminable, por lo menos para ellos, porque no ven su final; y por eso se encierran en su propio estado.
Aquí la gente vive en una poza oscura de pasiones y violencia y solo ascenderán cuando se hayan liberado interiormente, lo que significa el desarrollo de su amor.
Todos son culpables de su propia desdicha, porque han echado a perder su vida terrenal.
Se conocerán a sí mismos, por lo que llegarán a ver lo terrible de su estado.
Después llegará el cambio y harán la transición a otra sintonización.
Una mirada en el más allá, 1936
Los habitantes de este país siguen viviendo su vida terrenal en el espíritu.
Es por eso que este país espiritual se defiende como una finca terrenal:

—Alcar, mire, allí van pasando espíritus.
—Los había visto desde hace tiempo, André, pero estaba esperando hasta que tú los vieras.
No te preocupes, puedes quedarte sentado.
No nos pueden ver, porque no están sintonizados con nosotros.
—¿Qué tipo de espíritus son, Alcar?
—Son los guardianes que vigilan la entrada de esta esfera.
Acechan todo lo que que llega aquí y no encuentran nada mejor que hacer que asaltar a los viajeros perdidos y arrastrarlos hacia abajo.
Pero no puede pasarnos a nosotros.
Solo es así para los espíritus que todavía no son conscientes de sus fuerzas interiores y por lo tanto no las han desarrollado aún.
No pueden vernos a nosotros, pero entenderás que no se puede entrar allí como si nada.
Una mirada en el más allá, 1936
André se pregunta en qué consiste el suelo:
—¿Tierra, Alcar?
—Tierra, hijo mío, en sustancia espiritual.

André la tomó en las manos.
Sí, era tierra como se conocía en la tierra.
Pero era extraña y muy peculiar al tacto.
No podía encontrar palabras para describirla.
André miró a su líder espiritual, que le contestó:

—¿Extraña, hijo mío?
Aquí no hay vida, no hay calor ni amor, no hay sol; nada de todo lo que nos ofrece la vida.
Así también esta sustancia está privada de toda fuerza; porque no tienen estado existencial, todo está también en una misma sintonización.
Lo que sienta el ser humano serán sus posesiones de este lado.
Sin duda sientes lo triste que es.
Aquí no crece ni florece nada, porque la vida es innatural.
Carecían de la savia vital por la que la vida crece, pero no tienen existencia y por eso todo está árido y frío.
Una mirada en el más allá, 1936
Lo que uno haya sido socialmente en la tierra ya no tiene valor aquí:
Pero si llega alguien que presume de su existencia anterior, de lo que fue en su momento, todos se burlan de él.
Aquí reina el que pueda influenciar en otro, el que domine la masa por la concentración.
Una mirada en el más allá, 1936
Muchos habitantes ni siquiera saben que han muerto en la tierra:
Créeme si te digo que allá abajo hay miles que ni siquiera saben que han muerto en la tierra.
—¿Que ni siquiera saben que han muerto, Alcar?
—Así es, André, y es sin duda una prueba de que se llega a las esferas con el mismo estado del alma que el que se tenía en la tierra y de que se le lleva a uno al lugar que corresponde a su interior.
Una mirada en el más allá, 1936
Los habitantes construyen este país tal como lo han conocido en la tierra.
El odio ha penetrado hasta tal punto en sus vidas que lo usan para construir ciudades:
—¿Qué es eso de allí, Alcar?
¿Lo veo bien, es un puente?
—Lo has visto bien, aquí también hay puentes.
Cómo era posible.
Allí fluía un río imponente.
Habían construido por encima de él un hermoso puente.
Era impresionante.
Como si viviera en la tierra.
Veía en la vida después de la muerte la réplica de la tierra.
Solo que aquí estaba reunido el mal.
En la tierra convivían el bien y el mal, aquí eran seres sintonizados que vivían en un solo estado.
Del otro lado veía muchos edificios, cuyas torres contrastaban como siluetas fantasmales por encima de las casas.
Era una imagen escalofriante.
Había silencio; aquí las personas vivían apesadumbradas y en un atroz silencio.
Sentía el sufrimiento de la vida que se vivía aquí.
Todo era odio y destrucción.
El río fluía como un fantasma poderoso, como si quisiera devorarlo a él.
Todo era muerte y perdición.
El monstruo del odio estaba en profundo silencio.
Ay, cuando despertara.
Allí frente a él, edificado en un estilo hermoso, estaba la ciudad, ese era el monstruo.
Todo significaba odio.
Lo recorrió un escalofrío.
Había que destruir todo este trabajo, entonces dejaría de existir el odio.
El odio había penetrado tanto en la vida que se construían ciudades con él.
Era una tierra poderosa, esta tierra del odio.
No, esto no se conocía en la tierra.
Lo que tendrían que enmendar.
Habría que destruir todo, lo que significaba luchar contra su propia voluntad, para convertir su estado interior en luz.
Cuanto más altos sus edificios, más profundo era su sufrimiento, su miseria; podían odiar con más intensidad.
Una mirada en el más allá, 1936
Los habitantes incluso crean arte:
André pensó que estaba soñando.
Aquí vio una hermosa ciudad, construida con arte.
Vio hermosos edificios, adornados con esculturas, que, sin embargo, representaban escenas horripilantes.
Pero en todo residía su pensar intelectual: la sensibilidad del artista.
—¿Cómo es posible, Alcar, poder crear en estas tinieblas a pesar de todo?
—Para ellos todo es posible; únicamente no pueden entrar a una esfera más elevada ni convertir sus tinieblas en un estado luminoso.
Sus poderes son limitados.
Aquí viven genios, maestros del mal.
Aquí se convierte en realidad lo que se dice en la tierra: un gran intelecto no asegura un buen corazón.
Aquí viven maestros en todas las artes y ciencias.
Sus sentimientos son fríamente calculados, pero todo a favor del mal.
Son infalibles, se pensaría, pero ellos saben que no pueden vencer al bien, que es Dios.
En la tierra no entendieron la gracia de poseer un don.
Aquí pueden saciar sus pasiones.
Se puede ver en todo: así es su vida.
Todo es su propia obra.
Llegará el día en que se colapsen todas sus construcciones, sus edificios que llegan al cielo no tienen valor en el espíritu, como nada de lo que poseen, al igual que su propia vida.
¿No viven estos seres en la tierra?
¿No son todos una maldición para los demás en la tierra?
¿Allí no se mata para poseer?
Todos los reunidos aquí vivieron en la tierra.
Aquí te dice algo porque en la tierra pueden esconderse detrás de máscaras.
Aquí no se puede esconder nada, todos están desnudos, esta es su sintonización en el espíritu.
En la tierra se pueden esconder, para eso tienen sus palacios, pero aquí es imposible.
Allí todo es posible, sus máscaras cubren sus almas oscuras.
Aquí juegan su juego animal, pero alguien con sintonización elevada ve y conoce su estado interior.
Aquí conviven y vuelven a la tierra para influenciar a otros.
Y ay de los que se sintonizan con ellos; están perdidos.
Cuando mueran allí, serán arrastrados hacia aquí y les servirán de este lado.
Los espíritus elevados ayudarán a los que busquen lo elevado en la tierra.
Una mirada en el más allá, 1936
Cuando André recibe una conexión algo más profunda con esta sintonización animal, siente la fuerza de su irradiación:
André se asustó mucho.
Allí frente a él estaba una ciudad en llamas.
Las intensas llamas se elevaban violentamente hacia el cielo en tonos de un amarillo rojizo, verdes y rojos claros.
Era diabólico.
Se le desbocó el corazón al ver esta horrible imagen.
Ya no podía respirar, pensaba que se iba a asfixiar.
—¿Qué es eso?
—Nada más ni nada menos que la fuerza de la irradiación de ellos.
Irradiación de amor, hijo mío, con sintonización animal.
Nada más que pasión y violencia.
Ahora te habrá quedado claro que hay que poseer otras fuerzas si uno quiere conectarse con ellos.
Su ardor llameante destruirá al que no tenga conciencia de su capacidad.
Una mirada en el más allá, 1936
Aquí André aún no se puede mantener por su cuenta:
Ahora te conectaré con esta esfera; yo me mantengo en mi propio estado.
Concéntrate con fuerza, sabes lo poderosos que son en sus fuerzas.
Intenta mantenerte firme.
En ese mismo instante, André sintió que surgía en él algo terrible.
Lo asaltó un terrible miedo de que fuera el diablo en persona.
Ya no tenía sensibilidad.
Planeaba por encima de montañas y valles, que parecían no terminar nunca.
Quería gritar por ayuda pero le era imposible, no podía producir palabra ni sonido alguno.
Se resistía con todas sus fuerzas, pero no lo ayudaba.
Sentía hundirse cada vez más y no podía resistirse; sentía que estaba a punto de desmayarse y se colapsó.
Cuando abrió los ojos, miraba a los de su líder espiritual.
—¿Un poco mejor, André?
La claridad no deja nada que desear.
Sentiste sus fuerzas, destruyeron tu concentración.
Te dejé actuar por ti mismo, para que sintieras lo terrible que es su odio.
Pero no podía ocurrir nada, yo estaba velando, André.
—¿Dónde estuve, Alcar?
Era como si planeara por encima de montañas y valles.
Me arrastraban; qué terribles son estos seres.
—No estabas en ninguna parte, André.
Estábamos aquí, en la orilla de este río; estabas con la mirada fija en él.
El poder de su influencia hizo que su estado te absorbiera.
Así que el planear no es más que lo salvaje de su sintonización interior.
Era como una visión, pero te quitó el aliento.
Todo es sencillo.
Dominaron tus fuerzas de concentración, aunque no fuera necesario porque posees otra sintonización que ellos.
Te haré intuir varios estados durante este viaje.
Así llegarás a tener una nítida imagen de cómo son todos estos estados humanos.
El errar por encima de montañas y valles también significa que todavía estás conectado con tu cuerpo.
Nosotros, hijo mío, estamos preparados para lo que sea.
Conocerás todas estas fuerzas.
Ven, sigamos.
Te quedará claro que no puedes irrumpir aquí sin más.
Para poder trabajar aquí, hace falta una fuerte concentración para mantenerse firme (—dijo).
Una mirada en el más allá, 1936

Autócratas

En el país de odio y pasión y violencia gobiernan aquellos que saben influir en las masas:
—¿Aquí también hay gobernantes?
—Son, mi hijo, los que saben influenciar la masa.
Los más débiles tienen que sufrir, pero lo quieren ellos mismos, porque los siguen en todo.
Aquí viven genios, demonios, gobernantes y maestros del mal, además de millones de otros seres.
Así pasan cientos y miles de años antes de que despierten, y continuamente tienen que sufrir terriblemente.
Ellos mismos no saben de otra vida, perecieron en su existencia profundamente infeliz.
Para muchos, la riqueza en la tierra significó su perdición.
Desde los rangos más altos que investían descendieron a esta vida, a estas tinieblas.
Las bellezas de la tierra tuvieron que cambiar su aureola, su oro y sus esmeraldas por tinieblas.
Aquí conviven como animales y son seres humanos deformes.
Una mirada en el más allá, 1936
Para hacer experimentar a André cómo gobiernan esos autócratas el país, Alcar desciende con él en esta esfera tenebrosa:
La vez pasada miramos todo desde nuestra propia sintonización; ahora vamos a hacer la transición al estado de ellos.
En la esfera de la tierra viviste la transición, pero aquí otra vez todo es mucho más difícil, lo que te quedará claro en un momento.
Reúne todas las fuerzas que hay en ti para poder aguantar también esto.
Aquí también nos dirigirán la palabra, nos obligarán a acompañarlos, pero en todo actuaremos según nuestras propias fuerzas.
Ahora vamos a descender.
Una mirada en el más allá, 1936
En cuanto se dejan ver en esta esfera los detienen los guardianes:
De repente le llegó:

—Mira allí, André, nuestros amigos; ya nos están viendo y nos detendrán para preguntarnos a qué hemos venido aquí.
Yo hablaré con ellos y actuaré, déjamelo todo a mí.
Verás en todo lo terrenal que es su vida y que no ha habido cambios para nada.
André sintió que habían rebasado la frontera de la tierra del odio.
Vio todo tan distinto a su viaje anterior.
Ante él vio a varios seres que se les venían acercando.
Algunos les preguntaron a dónde querían ir.
Una mirada en el más allá, 1936
Alcar conoce los usos de esta esfera y sabe cómo tiene que actuar para que los habitantes no lo reconozcan como espíritu más elevado:
Alcar dijo:

—No sabemos a dónde vamos, pero intentamos encontrar el camino hacia la tierra.
—¿No lo conoces?
—¿Cómo podemos salir de aquí?
Todos se pusieron a reír de manera terrible, eran las risas socarronas de unos seres espantosos.
¿Qué querían decir con eso?
Sin embargo, era una pregunta sencilla la que les había hecho su líder espiritual.
Uno de ellos llevaba la palabra, y dijo:

—Aunque lo conocieran, no saldrán de aquí.
Quienes van a la tierra los mandamos nosotros, ya te lo explicarán los maestros.
Solo ten paciencia.
Los forasteros siempre tienen muchas prisas en ir a la tierra.
¿No estás a gusto aquí?
No conoces las leyes que rigen aquí.
—Sí —le contestó Alcar—, somos forasteros.
¿Qué leyes son esas de las que hablaba?
—Las conocerás bastante pronto. —Y otra vez empezaron a reírse de manera sarcástica, de modo que se les desorbitaban los ojos inyectados en sangre.
Todos estaban animalizados; todo su ser no era más que pasión y violencia—.
Vengan con nosotros y pronto conocerán el camino a la tierra, pero a nuestra manera.
Una mirada en el más allá, 1936
Para tranquilizar a André, Alcar le habla telepáticamente, para que los guardianes no puedan interceptar su conversación:
André sintió que algo terrible estaba por ocurrir.
“Sígueme, André”, captó interiormente, “y no te preocupes por nada, deja que hagan lo que quieran.
Conocerás sus leyes y solo es posible de esta manera.
También te quedará claro cómo es su vida después de la muerte.
Su vida no se puede conocer de otra manera, pero no te preocupes, yo vigilaré”.
André estaba tranquilo después de su conversación interior con su líder espiritual, de la que nadie había sentido ni entendido nada.
Le mandó de vuelta hacia su líder espiritual el pensamiento de que lo seguiría en todo.
“Mientras no nos separen iremos con ellos, pero cuando quieran hacer eso, volveremos a nuestra propia sintonización”.
Una mirada en el más allá, 1936
Los guardianes los llevan a un autócrata en el mal:
Los llevaron a través de varias calles hasta llegar a un gran edificio, al que entraron.
Atravesaron largos pasillos hasta que sus acompañantes entraron a una sala donde tuvieron que esperar.
Todo estaba ricamente decorado, pero expresado de manera animal.
Estaba construido y pintado como una casa terrenal.
Vio escenas coloridas de macabras representaciones animales.
Muchos seres entraban y salían y vivían su vida; todo les parecía de lo más normal.
Pero todos eran demonios, diablos con apariencia humana, que habían vivido una vida terrible en la tierra y que seguían viviendo en ella.
Eran seres humanos que odiaban de una manera que para animales salvajes sería imposible.
¿Qué debían esperar?
Lo asaltó un olor asfixiante.
Había un ambiente sofocante aquí; André sentía la influencia del mal.
Alcar le dijo: “Nos llevan ante su líder, que nos preguntará unas cuantas cosas.
Nos vinculará a él y así le va a cualquiera que entre aquí.
Es un autócrata en el mal y con él hay muchos que influyen aquí a la masa, obligándola según su voluntad a seguirlos en sus prácticas siniestras.
Si se niegan, les dan una paliza, lo que te quedará claro en un momento.
Pero tampoco aquí temas; yo vigilo, hijo mío.
Por eso se le llama un autócrata de las tinieblas, porque sabe usar su poder, del que no escapa ser alguno, como te acabo de decir.
A cada ser que vive aquí se le asalta y se le conduce aquí.
Una mirada en el más allá, 1936
Cuando los habitantes quieren eludir a los autócratas, les esperan tormentos y malos tratos.
Por temor a esos tormentos los siguen:
Todos los que viven aquí tienen esta sintonización y cuando quieran liberarse, tendrán que sufrir indeciblemente, porque no quieren subyugarse a su voluntad.
Y es que solo unos pocos se saben mantener fuera de su alcance; la mayoría es demasiado débil para vencerse a sí misma, incluso cuando les ocasiona pena y dolor.
Los agreden violentamente, los golpean y maltratan.
Para poder aguantar todo esto hace falta tener una voluntad firme para hacer el bien.
Pero su vida en la tierra fue así y en esta vida no ha cambiado nada.
Por eso se entregan de buena gana y hacen lo que se desea de ellos.
Todo es como en la tierra; pero aquí hay solo una sintonización.
Todos se han animalizado, son seres basto materiales.
Aquí no vive más que el mal; ninguna otra sintonización podría vivir aquí.
Los autócratas desean de sangre y violencia, incluso asesinato tras asesinato.
Si me has entendido bien, André, verás que esta vida es incluso más terrible que en la tierra, porque allí todavía se pueden encontrar personas que quieren el bien, con las que se puede colaborar para combatir el mal.
Pero aquí se sigue al que domina la masa, porque quieren protegerse y porque temen el tormento.
De modo que, si ya en la tierra un ser humano se ha liberado del mal que vive en él, si busca y encuentra allí su camino, serán felices al entrar en esta vida.
Aquellos que en la tierra quieren el mal, pasarán de este lado por el mismo tormento, porque se han conectado con él”.
André había podido seguir claramente a Alcar en todo y entendió que no era tan sencillo liberarse de esto.
Si se negaban a participar en su horrorosa vida, se les apaleaba y flagelaba.
Aun así sería mejor para ellos negarse: después de todo ese sufrimiento entrarían en otra esfera.
Así que muchos no se dejaban intimidar por esto y habían empezado una vida nueva pero espiritual.
Era mejor negarse ya en la tierra, porque de este lado uno se veía ante un estado exactamente igual.
El que no quería destrucción en la tierra era el feliz del otro lado.
Qué imponente era todo, qué natural era la vida después de la muerte.
Una mirada en el más allá, 1936
La belleza es un concepto relativo:
Vio a muchas mujeres que tenían un aspecto espantoso.
Pasaron frente a él y sin duda integraban el grupo de quien reinaba aquí.
Su atuendo era horrible.
No llevaban más que colores estridentes, verde veneno y rojo llameante, y André se asombró de que no percibiera colores más suaves.
Eran seres intelectuales; habían podido estudiar en la tierra, pero se habían olvidado.
Lo veía en su personalidad, pero su agudo ingenio se había sintonizado con lo animal.
Ahora vivían en las tinieblas la misma vida que en la tierra.
Estas eran mujeres y qué bella podía ser una mujer cuando sentía amor, amor espiritual.
Eran seres agraciados, porque Dios les había dado en la tierra el don más sagrado de todos.
Pero su amor maternal se había transformado en lo animal.
Aquí eran monstruos; todas se habían animalizado.
Sin embargo, se sentían bellas y elevadas, aunque en sus caras no se leyera más que miseria y pasión.
Todas eran estúpidas, no sabían lo mucho que habían caído.
Les tenía compasión, porque también ellas eran seres humanos e hijas de Dios.
¿Quién podría pensar que eran bellas?
¿Había aquí personas que las consideraban bellas?
En el mismo instante oyó que Alcar dijo: “A todos los que viven aquí les parecen bellas, porque no conocen otra belleza.
Hay entre ellos príncipes y princesas y se pueden encontrar aquí una mezcla de todos los círculos sociales.
Una mirada en el más allá, 1936
El maestro Alcar está sintonizado con la quinta esfera de luz, un amor espiritual que estos habitantes no sentirán ni en cientos de años:
Pasó mucho tiempo antes de que los dejaran entrar.
Algunos acompañantes se habían quedado con ellos, custodiándolos como si fueran asesinos.
No sentían ni oían nada de su conversación interior; eran sordos a este idioma y no veían —estaban espiritualmente ciegos para eso— que Alcar provenía de una esfera más elevada.
André pensó: ‘Parece que nos harán pasar ante un rey’.
“Muy cierto” oyó que dijo su líder espiritual, “algo así es lo que nos espera”.
André miró a Alcar.
Aquí había un espíritu de la luz esperando a que se le admitiera ante alguien que vivía en profundas tinieblas.
Pensó en las fuerzas interiores de su líder espiritual; podría darles calor a todos y desaparecer de ante sus ojos.
Pero se dejó guiar bien dispuesto a que lo llevaran ante aquel que ni en cien años habría alcanzado su sintonización.
Y todo esto era para él, para el ser humano en la tierra, para convencer al hombre terrenal de esta vida.
Para eso descendía el espíritu elevado en estas tinieblas.
Oh, si Alcar se disolviera ante sus ojos, ¡cómo blasfemarían y vociferarían!
Volvió a oír que Alcar dijo: “Probablemente eso también se dará, pero estate preparado; siento que vienen a llamarnos”.
En el instante mismo en que Alcar se lo dijo se abrió la puerta y pudieron entrar en otra sala.
Una mirada en el más allá, 1936
Al final, son conducidos ante el autócrata animal:
¿Ahora qué le tocaría vivir?
¿Qué le esperaba?
Llegaron a una preciosa sala, donde había muchos seres.
En una plataforma estaba sentado un repugnante monstruo.
Estaba rodeado de mujeres y vigilantes, armados hasta los dientes todos.
El que estaba en la plataforma usaba un turbante y estaba ataviado de piedras preciosas, llevaba botas pesadas y una vestidura rojo sangre.
André pensó: ‘Aquí estoy visitando al mismísimo diablo’.
Allí, ante él, estaba el autócrata en el mal que reinaba sobre miles de espíritus, todos estaban sometidos a su voluntad.
No veía más que violencia, todos eran feroces y salvajes.
¿Cómo se habían hecho con todas estas cosas y armas? Las veía claramente, aunque estuvieran viviendo en la vida después de la muerte.
Había captado todas estas cosas como en un fogonazo.
Lo llevaron ante este autócrata, donde se tuvieron que quedar de pie, mientras que los presentes los miraban fijamente de todos lados.
André empezó a sentir miedo.
¿Cómo terminaría todo esto?
Qué peligrosas parecían todas estas personas; nada las hacía retroceder.
Alcar le volvió a hablar, pero había ahora en las palabras de su líder espiritual una fuerza que le dijo que no concentrara sus fuerzas en otra cosa más que en él.
“Aquí, el peligro acecha desde todas partes, aquí estamos visitando un ser animal”.
Ahora André mantuvo sus pensamientos fijos en su líder espiritual.
Aun así sentía miedo y oyó que Alcar dijo: “No permitas que sientan nada de tu miedo interior, no les hagas saber nada, entonces tampoco te pasará nada malo”.
Una mirada en el más allá, 1936
El autócrata intenta someterlos a su voluntad:
El autócrata los perforó a ambos con la mirada, pero no se decía una sola palabra.
André sintió que el hombre estaba destruyendo su concentración, que los estaba tomando por sorpresa y los estaba poniendo bajo su voluntad para neutralizarlos de esta manera.
‘Si lo logra, nos darán una paliza’.
Suave, como era la vida de Alcar, surgieron en él estos pensamientos, por lo que entendió que incluso aquí velaba por él su líder espiritual.
Eso le quitó toda la intranquilidad.
‘¿Qué esperas?’, pensó. ‘¿Por qué no nos penetras con tu mirada?’. De todos modos sería incapaz de sondar la profundidad de Alcar.
Se hizo un profundo silencio.
El animal estaba intentando someter a su líder espiritual.
Pero Alcar no era influenciable.
Le hacía bien que el monstruo no lo lograra.
Se iba haciendo cada vez más difícil, la concentración de todos los presentes estaba enfocada a ellos.
Los pensamientos que iban surgiendo en él eran asesinos.
Se sintió aturdido pero al mismo tiempo sentía que su líder espiritual lo estaba ayudando.
Alcar miraba al autócrata como un niño y él también se sintonizó como si lo que estaba ocurriendo no le atañera.
De repente el animal lo miró y André pensó asfixiarse.
Sintió que le volvía el miedo, pero oyó que Alcar dijo: “Por el amor de Dios, no tengas miedo, André, puedes resistirlo; usa tus fuerzas”.
André pensó en la tercera esfera, se sintió liberado de su influencia y lo miró directamente a los ojos.
De inmediato su fuerza sobre él empezó a debilitarse.
“Qué maravilla”, oyó, “así está mejor.
Vivirás cómo se esfuerza un líder en el mal para neutralizarnos por su concentración y fuerte voluntad”.
Una mirada en el más allá, 1936
El autócrata no está acostumbrado a que alguien pueda eludir su poder y concentración:
André lo miró a los ojos crueles, pero lo atravesó, vio las tinieblas en que vivía, pero se conectó con las esferas elevadas.
El monstruo se enojó terriblemente; echaba espuma por la boca.
Esta situación duró mucho, hasta que sintió que no lograría neutralizarlos a ambos.
Gritaba y emitía unos sonidos terribles, porque sentía la resistencia del líder espiritual de André.
El monstruo no estaba acostumbrado a recibir esto.
De pronto se irguió por completo.

—¿Quién eres, perro, para atreverte a hacerme frente? —le gritó a Alcar.
André temblaba; ahora empezaría todo.
Alcar no le contestó y a André le llegó una tensión tremenda—.
Habla, o haré que te den una paliza, perro, ¡contéstame!
—Su líder espiritual seguía sin hablar, sino que mantenía la mirada en él, pretendiendo no entenderle—.
¿Qué idioma hablas?

Alcar calló.
André sintió que le volvía el miedo.
¿En qué se habían metido entrando aquí?
¿Cómo sería el final?
El monstruo se enfureció, tomó en sus horribles garras el látigo que tenía a su lado y descendió de su trono para acercarse a ellos.
No tardaría en estar metiéndoles una paliza.
¿Por qué no le contestaba su líder espiritual?
Ojalá que no fuera a lastimar a Alcar.
Volvió a gritar:

—¿Quién eres para resistirte a mí? ¡Ya te quitaré esa costumbre!
Una mirada en el más allá, 1936
Solo entonces deja sentir Alcar su poderosa personalidad:
Ahora Alcar le dijo:

—Pensé que me recibirían de otra manera.
El autócrata se detuvo, sumamente sorprendido, y André entendió que reconoció en Alcar una fuerte personalidad.
Todos los demás presentes escuchaban con tensión.
No todos los días vivían que alguien contradijera a su maestro.
—Vaya —fue su respuesta—, pensabas que te recibirían de otra manera.
Alcar le puso a André la mano izquierda en el hombro, lo que extrañó mucho al autócrata; no entendió lo que significaba.
Una mirada en el más allá, 1936
Alcar se prepara para abandonar esta esfera de odio, pasión y violencia.
Es capaz de hacerlo replegándose en su propio estado, en su propia sintonización llena de amor.
Hace que ese repliegue suyo y de André sea gradual por medio de su poderosa concentración, por lo que puede enviarle aún una misiva al autócrata:
André oyó que su líder espiritual le dijo: “Concentración, hijo mío, llegó el final, nos retiraremos en nuestro propio estado”.
Se alzó el látigo y el monstruo se precipitó cual diablo sobre su líder espiritual, pero ambos habían desaparecido para él.
Alcar siguió visible para el monstruo, envuelto en una emanación, y como si fuera un animal furioso este pegaba con su látigo, atravesando a su líder espiritual.
Todos los que habían observado esta escena se abalanzaron hacia el lugar donde habían estado.
Alcar se elevó y por encima de sus cabezas les aclamó:

—Conocemos otras leyes todavía que las que ustedes conocen, conocemos leyes y fuerzas que destruyen sus leyes, que incluso hacen que estas dejen de existir.
Conocemos a Dios.
Las leyes de Dios son las nuestras.
Adiós, autócrata en el mal, nuestra visita solo fue breve, pero poderosa.
Esto le mostró que usted es insignificante y que su poder es limitado.
Adiós, no conocemos más que amor.
Una mirada en el más allá, 1936
Pero el autócrata no quiere saber nada de amor:
—¡Maldita sea! —oyó André que dijo—. Es la escoria esa que vive aquí arriba.

Se precipitó sobre los acompañantes, azotándolos hasta que se quedaron tendidos.
—Los matará a golpes, Alcar.
—No se puede, hijo mío, eso solo es posible en la tierra, pero entrarán en un estado inconsciente, del que despertarán después de un largo tiempo.
A ellos también les cambiará las ideas y ya no llevarán forasteros a él.
Así algunos aprenden en el bien, otros a través del mal que les hacen a los demás.
No conocen otras leyes que las de la violencia.
Todos viven para la destrucción.
—¿Lleva mucho tiempo viviendo en estas tinieblas?
—Ya pasaron cientos de años y sigue teniendo a miles de espíritus en su poder.
Aquí todo es pasión, odio y violencia; no encontraremos nada más, absolutamente nada más.
Una mirada en el más allá, 1936

Fiesta en las esferas oscuras

Después de desaparecer ante el autócrata en las tinieblas, Alcar hace que André experimente aún más aspectos del país de odio y pasión y violencia, para que adquiera un profundo conocimiento de la vida en esta esfera tenebrosa.
Cuando Alcar y André se conectan con esta esfera, densifican su cuerpo espiritual hasta la sintonización de la esfera:
—Volveremos a conectarnos con su sintonización, pues tengo más cosas que mostrarte.
André volvió a sentir que se le conectaba con el país del odio.
Alcar hizo que viviera esto lentamente, por lo que conoció todos los estados de transición en el espíritu.
Sentía que se iba haciendo más denso y que su cuerpo iba cambiando.
Ya se le había concedido vivir todo esto en la tierra, ahora conocía las fuerzas que tenía aquello.
Aquí la vida estaba en un mismo estado que en la tierra, pero en la esfera de la tierra se había encontrado con sintonizaciones más elevadas.
Retirarse a una sintonización diferente pero más elevada era posible solo para seres más elevados.
Los que vivían aquí tenían que vencer primero esas tinieblas.
Y eso se lograba solo viviendo para los demás, ayudándolos de diferentes maneras.
En la vida se conocía solo una ley, era la voluntad de Dios, pero cada hijo tiene que asimilar esa fuerza.
Y eso es amor, nada más que amor.
Una mirada en el más allá, 1936
En el país de pasión y violencia también se pueden vivir fiestas:
Oyó que se les iba acercando un estruendo tremendo.
Vio que cientos de personas marchaban por las calles, divididas en grupos.
—¿En qué están metidos esos seres, Alcar?
—Están de fiesta, como en la tierra, y nosotros participaremos en ella, André.

Miró a su líder espiritual como preguntándole: ¿Acaso es posible eso?
—Claro que sí —Alcar sonrió—, dije la verdad, también nosotros estaremos de fiesta, aunque solo para verlos; no participaremos en ella.
Quiero aclararte que todo lo que se puede vivir en la tierra también se da en las esferas tenebrosas.
Pronto verás cómo son sus fiestas.
Ven, los seguiremos.
Una mirada en el más allá, 1936
Los juerguistas quieren que todo el mundo participe:
Atravesaron algunas calles y pronto los hubo acogido la turba.
Lo agarraron, arrastrándolo, lo que le dio mucho miedo a André.
Leyó en sus caras pasión y violencia.
¿Qué estarían festejando estos seres?
Bailoteando y brincando, hombres y mujeres revueltos, seguían avanzando.
Un ser terrible lo agarró y tiró de él.
Quiso liberarse, porque no le hacía ninguna gracia su regocijo ni estar reunido con ellos, pero fue imposible.
El ser lo agarraba como si sintiera que no quería participar.
—¡Vamos! —le gritó, con la mirada exaltada.
André se vio condenado a perecer; ¿Cómo podría liberarse?
La gente se iba arrancando la ropa; parecía que aquí era de lo más normal.
—¡Grita! —le volvió a vociferar el ser—, ¿o es que no quieres? —Y quiso pegarle.
‘Qué terrible’, pensó André, ‘¿por qué Alcar entrará aquí?’.
Se liberó y se alejó corriendo.
En la esquina de una calle vio a su líder espiritual.

—Salvajes y feroces, ¿cierto, André?
—¿Qué clase de personas son esas?
—El calificativo “persona” ya no es de aplicación a ellas.
Eso también lo tienes que aprender para liberarte de ellos.
Habría hecho falta solo una concentración leve para liberarte de esa compañía.
Todo depende de ti, eso lo tienes que sentir.
Una mirada en el más allá, 1936
Alcar quiere ofrecer una clara impresión de su vida tenebrosa:

—¿Hace falta que vayamos allí, Alcar?
—Por qué no vamos a echar un vistazo también nosotros, de lo contrario no sabrás cómo son felices y se divierten.
Hace falta para poder recibir una imagen clara de su vida tenebrosa y oscura.
Una mirada en el más allá, 1936
Aun así, estos fiesteros son unos inocentes en comparación con los maestros en el mal:
—Cuando ese ser me agarró, me entró una sensación horrenda; pensaba que me asfixiaba.
—Sin embargo, son abiertos y se entregan como son.
Aquí en estas tinieblas hay fuerzas y son los maestros en el mal, los sabios de la tierra a los que conocerás.
No son salvajes ni feroces, pero todos son calculadores y ruines, una ruindad que ni siquiera conoces.
Los que están aquí festejando son inocentes en comparación con aquellos a los que también visitaremos más tarde.
Tienes que vivir esto si quieres saberlo todo acerca de su vida.
Descenderemos para estar entre ellos y haremos la transición en su vida.
Ven, André, ánimo, tardaremos en volver a las regiones oscuras.

—Estoy dispuesto, Alcar, sé lo que me espera.
Una mirada en el más allá, 1936
En esta esfera de violencia no se tolera a los débiles:

Los seres seguían avanzando como salvajes; el desfile no parecía acabar nunca.
André no tenía nada de ganas de marchar con ellos, pero antes de que se diera cuenta lo agarraron y lo iban llevando tirando de él.
¿A dónde lo llevaban estos seres?
Por todos lados quedó rodeado de gente.
No había escapatoria por ninguna parte.
Aun así no quería participar, lo que al parecer sentían.
Algunos seres se abalanzaron sobre él y lo mantuvieron preso.
Se enojó, pero sintió que así tenían más fuerza sobre él que antes.
Estaba nervioso y maldecía el momento en que había llegado a estar entre ellos.
Las cosas iban de mal en peor, pues lo agarraban por doquier y lo iban arrastrando.
Quiso liberarse, pero no le fue posible.
El ser que caminaba a su lado lanzó un terrible chillido por el que los otros lo atacaron y quisieron pegarle.
No veía a Alcar y no sabía dónde había quedado su líder espiritual; sin embargo, sentía su incidencia.
Otros incitaban a sus compinches a que no lo soltaran.
Sintió que se iba hundiendo en medio de sus chillidos, lo que para ellos fue una señal de que no era uno de ellos y por esa razón intentaron desgarrarlo como salvajes.
Siguió consciente de sus andanzas y entendió que otra fuerza lo estaba ayudando; de lo contrario habría estado perdido.
Sintió que se fue hundiendo cada vez más y cuando abrió los ojos, su mirada encontró la de su líder espiritual.
—¿Un poco mejor, André?
—¿Qué personas tan horribles viven en estas tinieblas?
—Sigues sin poder usar tus fuerzas plenamente.
—¿Por qué me asaltaron, Alcar, si yo no les estaba haciendo nada?
—Precisamente porque no les hacías nada.
André no lo entendió y preguntó asombrado:

—¿Qué dice, aquí se ataca porque uno no quiere hacerles nada?
—Exacto. En otras palabras: cuando no quieres participar en sus fiestas y lo perciben, deducen de eso que no quieres tener nada que ver con ellos y ven en ti a un débil.
Aquí, a los débiles les toca sufrir, como te lo he aclarado antes; todos los atacan, pero también pronto harán la transición a otra esfera porque les repugna su vida.
Ahora le quedaba claro por qué tantos se habían metido con él.
Quién iba a fijarse en eso si no conocía su vida.
En la tierra era justo al revés, porque a pesar de todo, allí se podía vivir tranquilamente si uno no quería complicarles la vida a los demás.
En la tierra, ningún ser podría obligarlo a participar en una vida así de animal si él no lo quería.
Pero aquí todo era uno.
Una sola violencia, una sola pasión; todos tenían una sola sintonización.
Estos estados eran extraños y nuevos, igual que la vida de ellos.
Una mirada en el más allá, 1936
Liberarse de esta esfera no es fácil para los habitantes:
—Entonces, ¿todos los que viven aquí participan en estas fiestas?
—Sí, hasta que se harten.
Por eso descienden los espíritus elevados, para ayudar a estos.
Ya no quieren esa vida, sienten el horror existencial e intentan liberarse.
Yerran y deambulan antes de que sean encontrados por espíritus más elevados que los lleven a otros lugares, de los que ya te he hablado.
El ser humano volverá a la luz desde las tinieblas.
Tienen que pasar por todos los estados de transición, pues en el espíritu no se pueden saltar partes.
Van de una sintonización a otra, persiguen su camino de esfera en esfera; es el camino hacia arriba que todos tienen que recorrer.
Y solo ayudando a otros, significando algo para cualquier otra vida, trabajarán en ellos mismos; no conocemos otro camino o posibilidad.
Es el camino de Dios, que debemos recorrer en amor.
Una mirada en el más allá, 1936
Todos los habitantes han vivido alguna vez en la tierra:
—¿Todas estas personas vivieron en la tierra, Alcar?
—Todas, André.
Fueron niños alguna vez, fueron creciendo, se convirtieron en madres y se pusieron a ellas mismas en esta sintonización por libertinaje y violencia, por pasión y animalización.
Así llegaron aquí y solo cambiarán su vida cuando ellas mismas se den asco.
Después empezarán otra vida.
Son las que se separan de ellos.
Una mirada en el más allá, 1936
Alcar lleva a André al edificio de los festejos:
Ahora los volveremos a visitar, porque quiero que conozcas su vida, pero entraremos por nuestras propias fuerzas.
Mira, André, entrarán allí.
André vio un edificio grande, en el que cabían hasta miles de personas a la vez.
Oyó que venían acercándose a lo lejos, por lo que entendió que Alcar había seguido otro camino.
Se encontraba en una gran plaza, pero vio en los seres que estaban a su alrededor que estos estaban en su propia sintonización.
Hombres y mujeres agitaban antorchas encendidas.
¿Cómo diantres se habían hecho con todas estas cosas terrenales?
Miró a su líder espiritual como si quisiera recibir la respuesta de él, que llegó de inmediato.
“Aquí, hijo mío, lo tienen todo; verás milagros, aunque en el espíritu nada tenga valor.
Tienen casas y templos, usan piedras preciosas como en la tierra, pero se atavían por su concentración y fuerte voluntad.
Aquí tienen todo, pero todo esto pertenece a su propia vida animal.
Luego verás lo que poseen; aquí ves el reflejo de la tierra”.
André vio a personas que se habían liberado de sus manos, pero que seguían sin poder soltarse, de modo que seguían errando por su entorno.
A varios se les atacaba y arrastraba, como le había sucedido a él.
Vio que otros huían porque ya conocían sus fiestas y ya no querían tener nada que ver con eso.
Mientras tanto, todo el edificio se fue llenando hasta los topes, y ellos también entraron.
Una mirada en el más allá, 1936
¿Cuánto cuesta aquí una copa de vino?
Había aquí cientos de seres, veía bancas para sentarse y en las mesas había botellas con algún tipo de líquido, con el que todos se saciaban.
¿Y eso supuestamente era vino?
¿Era realmente vino lo que tomaban?
¿Vino, en la vida después de la muerte?
Era increíble.
Era como si viviera en la tierra.
De verdad, veía con claridad que se estaba sirviendo algo que se parecía a vino.
Los que bebían ponían las caras más espantosas; tenía que ser una bebida terrible.
“¿Vino, Alcar?”.
“Vino, André, pero te aconsejaría no tomarlo, te quemaría el alma.
Es un brebaje de elaboración casera que han preparado con sustancias que conocen y poseen.
Poseen bebida, pero no quisiera ofrecérsela ni a un animal.
Este brebaje les descompuso las almas oscuras.
Pueden hacer lo que sea, André, excepto entrar a una esfera más elevada”.
Muchos bebían del brebaje como si estuvieran a punto de desfallecer de sed.
Y lo que percibía ahora era increíble: pagaban con dinero.
“¿Lo veo bien, Alcar?”.
“¡Lo percibiste muy bien!
No podrían actuar de otro modo.
Poseen oro y plata para adornar a sus mujeres; ¿por qué no poseerían dinero?
Pero todo es falso, así como lo es su propia vida.
Aquí se tiene todo, porque la vida no es diferente de cuando estaban en la tierra.
Quienes quieran semejante vida llegarán aquí en ese mismo estado e intentarán alcanzar una misma vida en el espíritu.
¿Por qué sería su vida distinta que en la tierra?
Y es que no es posible.
Sus pasiones son las mismas que las que sentían y llevaban interiormente en esa vida.
Acabo de decirte: lo que percibes aquí es el reflejo de la tierra, pero aquí está reunido el mal.
Todos quieren esa vida y recibirán lo que quieren.
Pero aquí no se ve verdor, no se ve otra vida, como nos da la naturaleza en la tierra.
No hay animales, no hay sol ni luna; siempre profundas tinieblas.
En esta vida intentan divertirse.
Ya lo ves, hay vida, hay mujeres y hombres, pero todos están animalizados.
Lo que algunos no saben, otros lo inventan, aunque les queme el alma.
En ello está su personalidad completa.
Verás otras cosas más cuando se llegue al punto culminante.
Todo lo que vive aquí busca y encontrará para saciarse a sí mismo”.
Una mirada en el más allá, 1936
Aquí están reunidas en la pasión todas las nacionalidades de la tierra:
Era una mezcolanza de un griterío infernal.
Se tiraban botellas vacías y querían seguir consumiendo.
Las mujeres llevaban joyas y chales de diferentes colores, pero no veía otra cosa que la mezcla del estridente rojo sangre y el verde chillón.
Todavía no había visto otros colores aquí y no los conocían.
¿Dónde estaba el blanco inmaculado que se conocía y usaba en la tierra?
¿Dónde estaban el sol, la luna y las estrellas, el verde suave y todos los otros colores que se poseían en la tierra?
No veía nada de todo eso; no había animales ni niños ni jóvenes; todos estaban viejos y arrugados, eran seres horrendos.
Vio que los hombres portaban puñales, cuchillos y revólveres.
Aquí vio todas las nacionalidades.
Vio juntos a amarillos y morenos, a blancos y negros.
Hombres y mujeres veneraban a los más fuertes.
Bailaban y brincaban mezclándose y entre ellos se tiraban al suelo.
Una mirada en el más allá, 1936
En esta esfera tenebrosa fluye bastante sangre espiritual:
Alcar lo retiró hacia un rincón de la sala, diciendo: “Aquí descenderemos en su sintonización, pero nos quedaremos donde estamos.
Todo te llegará de manera más intensa aún”.
André sintió que se le acogía en la esfera de ellos; una pestilencia le penetró en los orificios nasales.
Aun así se mantuvo firme, quería aguantar también esto, por lo que conocería su vida entera.
Empezaron a pelear a diestro y siniestro.
Estaba al lado de Alcar y se preguntó cómo terminaría todo esto.
Por donde mirara había peleas.
Todos participaban y a los que miraban se les atacaba o se les incitaba a seguir su ejemplo.
Pronto hubo víctimas.
En todas partes habían llegado a las manos y otros los animaban o de lo contrario también eran abatidos.
Era una escena horrenda, decenas se quedaban tendidos.
André vio que a los heridos se los llevaban arrastrando como si fueran trapos para arrojarlos en una pila en un rincón de la sala.
Aquí, una vida humana no tenía valor alguno.
Unos animales ponían fin a otras vidas animales.
No podrían hacer otra cosa; era muy normal que lo hicieran.
¡Estos eran seres humanos con una sintonización divina!
Era increíble.
Allí se llevó un susto tremendo.
Vio sangre; ¿sangre en las esferas?
¿Sangre en la vida después de la muerte?
¿Cómo era posible?
Pero no hubo tiempo para reflexionar, demasiadas cosas ocupaban toda su atención.
El bullicio también le impedía preguntárselo a su líder espiritual.
Muchas mujeres gritaban como animales salvajes, atacando a los hombres en sus arranques pasionales.
Sonaban los revólveres y después de cada detonación veía desplomándose a algunos seres.
Veía una guerra, una masacre en pequeño.
El suelo se había convertido en una masa resbaladiza.
La sangre fluía hacia todos lados, buscándose un camino por las junturas.
Una mirada en el más allá, 1936
Ha llegado el momento del baile de la muerte:
La sala estaba repleta de vasos y botellas, y cuando volvió la tranquilidad y los ánimos se habían calmado un poco, se bailó.
Aparecieron algunas parejas extrañamente ataviadas en la pista de baile, empapada con sangre ajena.
Mostraban bailes artísticos; lo sentía en todo.
Hasta ahora ningún ser había reparado en ellos.
Habían podido seguir este proceso, esta fiesta, en silencio.
Sin embargo, André estaba tranquilo, porque a su lado estaba su líder espiritual, que velaría por él.
Las parejas bailadoras daban vueltas desenfrenadas por el entablado.
Nunca había vivido algo así; esto no era una fantasía, aquí veía la pura verdad.
En este baile se vivía un trozo de vida desconocido en la tierra.
Aquí habitaban estos seres y vivían un abominable juego, que André intuía hasta en la esencia.
A las bailarinas les desgarraban la ropa, pero nadie se fijaba en eso; bailaban el baile de la vida.
Sus ojos escupían un fuego ardiente, no veía más que rojo llameante y verde, como sentían interiormente.
Esta era la irradiación del amor de ellos.
Su vida era falsa; se atacaban entre ellos y luego intercambiaban a las mujeres.
No tardarían mucho en ya no llevar ropa.
Una mujer se precipitaba en los brazos del otro y era arrojada a metros de altura.
¿De dónde sacaban estas fuerzas?
¿Era una danza macabra la que estaba viendo?
Porque se quedaban tendidas.
¿Qué movía a estas personas?
Las mujeres chillaban y emitían gritos de terror.
¿Cuánto tiempo más duraría?
Era algo terrible de presenciar.
Ya no había ningún ser en su lugar, todos hacían alguna cosa, ya fuera bailar o gritar.
Todos sentían lo que se estaba ofreciendo aquí, todos participaban.
Nuevamente, dos bailarines alzaron a sus parejas muy por encima de la cabeza, lanzándolas a metros de distancia, de modo que se quedaban tendidas como si estuvieran muertas.
Sus vidas habían sido consumidas, otras ocuparían sus lugares.
Los demás siguieron bailando como si nada hubiera ocurrido.
Hicieron su aparición nuevos bailarines en la pista, todos vivían una misma vida.
Ahora se había alcanzado el punto culminante.
¿Cómo sería el final de este repugnante suceso?
Una mirada en el más allá, 1936
¿Hasta dónde se puede elevar la pasión cuando el cuerpo material ya no es una limitación?
Qué horrendos eran estos bailes, en ellos se vivía algo.
No quería pensarlo, pero era diabólico.
Se transformaba en un baile y se mostraba un estado interior.
Estos ya no eran bailes, era lujuria, locura y vivir las cosas.
Se retorcían alrededor de los cuerpos de los otros, viviendo de esta manera una vida animal.
Era un baile de amor, su amor y sus sentimientos representados en baile.
En ninguna parte del mundo se conocían semejantes bailes, sus pensamientos estaban sintonizados en ellos mismos con total afinación.
Solo en esta vida era posible, pues habían depuesto sus cuerpos materiales.
Nada de esto se podía aprender; estaba en ellos, eran sus posesiones, ningún ser de la tierra se atrevería a desahogarse así.
Poseían intelecto, pero tan profundamente como ellos no podría hundirse un animal.
Cada movimiento que hacían representaba su repugnante deseo.
Sentían sintonización con una bestia preanimal —y eso que eran hijos de Dios, era incomprensible.
Nuevamente, algunos seres fueron arrojados como trapos.
Todos estaban furiosos y estalló un tumulto.
Todos querían vivirlo; caían decenas a la vez.
A André el corazón le dio un vuelco.
Entre ellos estaban todas las capas sociales.
Esto era insoportable.
¿Hasta qué alturas intensificaban estos seres sus pasiones?
¿Cuánto se habían hundido?
Esta profundidad era insondable; era repugnante, no podía encontrar palabras para describirlo.
Una mirada en el más allá, 1936
Pero entonces Alcar y André son detectados como ajenos a la fiesta:
Ya nada estaba en su lugar, todo estaba mezclado y apilado.
Durante mucho tiempo habían estado allí mirando sin que fueran molestados.
De repente André sintió surgir miedo en él.
¿De dónde procedía ese sentimiento tan de pronto?
¿Y ahora qué le tocaría vivir?
Alcar le dio a entender que se preparara.
Se hizo el silencio, no se oía una mosca.
Había cesado todo el bullicio de un momento antes.
Podrías oír caer un alfiler.
Vio que todos tenían la mirada fijada en ellos.
Todos habían sentido en un fogonazo que ellos no habían participado en su fiesta.
André entendió lo que significaba ese silencio.
Habían sido reconocidos como seres con una sintonización más elevada.
Por suerte, estaban en un rincón de la sala y a solas.
De inmediato se les acercaron algunos y alcanzaron a Alcar un vaso del líquido ardiente para que lo bebiera.
Beber significaba participar en su vida animal, pero en eso no quedaría la cosa.
A él también le dieron un vaso con líquido animal.
Alcar lo tomó en las manos y él también tuvo que aceptar el vaso.
¿Acaso su líder espiritual bebería, a pesar de todo?
Una mirada en el más allá, 1936
Así que ha llegado el momento de partir:
Pero en el mismo instante oyó que se decía: “No bebas y prepárate, André; partimos”.
Cientos de pensamientos estaban enfocados en ellos; todos sentían y entendían que no eran de aquí.
André oyó que mascullaron:

—Negros.

Y también de esto conocía el significado.
Los seres que les habían alcanzado los vasos estaban a unos metros de ellos y todos los demás, eran cientos, se iban acercando paso a paso.
Eran animales salvajes, que pronto se abalanzarían sobre ellos.
Giraban a su alrededor en un círculo, para encerrarlos de esta manera.
Su líder espiritual seguía sosteniendo el vaso.
André sintió que Alcar los controlaba por concentración y fuerte voluntad; de lo contrario se habrían abalanzado sobre ellos para destruirlos.
Su líder espiritual no pronunció palabra, pero André sentía lo que Alcar quería.
“Hazlo ya”, le llegó, “tírales el vaso ante los pies”.
André hizo lo que le había dicho su líder espiritual y los vasos se hicieron añicos.
Se sintió elevado en el espíritu, se le había concedido vivir una fiesta espiritual en una sintonización animal.
Todos los que los vieron desaparecer se quedaron estupefactos.
Alcanzó a ver todavía que se les abalanzaron como fieras, pero ellos habían desaparecido.
Una mirada en el más allá, 1936

Dante en el infierno

Muchos grabados de Gustave Doré para la ‘Divina Comedia’ de Dante se corresponden con la realidad espiritual del país de odio y pasión y violencia.
Véase el artículo ‘Dante y Doré’.
El país de odio y pasión y violencia sí tiene el fuego por infierno, pero solo el fuego de la pasión y la violencia.

El camino hacia la luz

Cuando a André se le conecta con el país de odio durante un desdoblamiento, Alcar a veces tiene que retirarlo hacia una esfera más elevada para liberarlo de los atacantes:
Te he vuelto a tirar hacia mi esfera y te liberé de sus manos.
Ante los ojos de los que te han atacado te disolviste, lo que para ellos será un milagro.
Así saben que se encontraba aquí un espíritu más elevado, si es que poseen esa convicción.
Una mirada en el más allá, 1936
Alcar explica que hay que vivir y vencer todo en el espíritu, en este proceso de aprendizaje no se puede saltar ninguna parte:
De este lado, todo cuesta esfuerzo y fuerza.
Aquí no se pueden saltar partes como en la tierra.
La vida en el espíritu es la experiencia, lo que significa el desarrollo del amor.
Un ángel de la luz no puede descender aquí sin haberse preparado.
Pueden descender, pero si no quieren conectarse, todo será también invisible para ellos.
Así podremos asimilar todo cuando lo vivamos.
Una mirada en el más allá, 1936
Muchos espíritus de la luz descienden a las esferas tenebrosas para ofrecer ayuda a los habitantes que quieren liberarse de sus sentimientos tenebrosos.
Estos espíritus de la luz son conducidos por quienes han vivido ellos mismos en estas esferas tenebrosas y que por eso conocen todas las transiciones y aspectos de estas.
Por vencer esas esferas se convierten en líderes espirituales para quienes prestan ayuda en estos estados y esferas:
Los que han vivido aquí son los líderes espirituales para estos estados.
Una mirada en el más allá, 1936
Debido a que Alcar conoce bien estas esferas, André piensa que ha vivido allí también como espíritu:
¿Vivió aquí, Alcar?

Alcar sonrió.

—¿Porque puedo aclararte todo esto?
Una mirada en el más allá, 1936
El maestro Alcar explica que él mismo no ha vivido como espíritu en el país de odio.
Llegó a conocer el país por hacer allí trabajo servicial:
No viví aquí, André, aunque estuve muchos años aquí abajo para ayudar a otros.
Una mirada en el más allá, 1936
Aun así, el maestro Alcar también ha vivido en este “estado”:
Acepto que todos nosotros, quien sea, hemos vivido en estos estados.
Una mirada en el más allá, 1936
Con eso quiere decir el estado animal de los sentimientos.
Este grado de los sentimientos es un paso que recorre cada alma en la evolución de la sintonización de los sentimientos preanimales a los espirituales.
Después de cada paso se encuentra en otra sintonización, más elevada.
Por haber evolucionado nos encontramos en otra sintonización.
Una mirada en el más allá, 1936
Cuando el alma vive como ser humano en en la tierra en este grado de los sentimientos y hace la transición al más allá, tiene que aceptar el país de odio como morada espiritual.
Pero cuando ha vivido y depuesto este grado de los sentimientos en sus muchas vidas en la tierra, es posible que al hacer la transición al más allá entre en una esfera más elevada.
En la tierra o en el más allá toda alma evolucionará por las tinieblas hacia la luz:
Aunque el camino que hemos recorrido llevará a través de las tinieblas hacia la luz.
El dicho reza: “Aquellos que no han visto las tinieblas, no apreciarán la luz”.
Una mirada en el más allá, 1936